¡ Amor
mío ¡
Cuando
te celebro con mis besos
siento
la lluvia diluvial golpeando el techo y
trochar
las ramas,
entrando
como amante celosa
filtrándose
en las goteras del techo.
No es
tu culpa que el destino
Te haya
volcado una copa de néctar por los labios y
la
humedad de la tierra
alimente
tus venas
como
las raíces del fríjol abundante.
¡ Dame
un beso de agua celeste,
antes
que el lecho se inunde y el arrozal te envidie ¡
También
presiento al mar invasivo,
con la
sombra de su ola encrespada
irrumpiendo
abrupta la puerta
con su
peso de mole salina.
Eres
ajena a que el silencio total
derrame
un suspiro y en susurro mudo
cuente
tus dedos de arpa nostálgica
en su
vientre de ausencia fónica.
Movidas
al viento.
Nos reclaman
las ventanas ondulantes,
juran
ser impotentes al blandir de tus caderas, y
por lo
alto de las paredes,
en los
rincones del techo verde,
la
araña teje su red de cielo ampuloso
con la baba salina brillante
¡ y dama y mujer mia ¡
no
alcanza el brillo mojado a tu saliva.
Besémonos
las manos hasta los pies.
El
territorio erótico de los cuellos,
la zona
tropical de los muslos.
¡ Tus
hombros y los míos. Todo el continente juntos ¡
Con la
sagrada paciencia
del río
recostado en la playa,
mientras
la noche y el día nos pertenezcan,
seamos
una mujer y un hombre
con la
naturaleza enraizada desde los talones y
el
calor de fogata ranchera
explayado
en nuestros cuerpos.
Calentando
la tierra en el hielo del invierno.
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